martes, 17 de agosto de 2010

El Faro

El hombre con ropas viejas y desgastadas se consiguió una vez más caminando por aquel callejón oscuro, los pasos cortos, la espalda encorvada, el cabello que dejaba de ser negro asomaba claros reflejos naturales y la piel arrugada era más huella del cansancio que de los años recorridos.

Siguió caminando dirigiéndose a ese faro, un faro que alumbraba solo una pequeña parte del callejón formando en el piso una clara circunferencia de luz. Al llegar se detuvo manteniéndose al borde del círculo, empezó a caminar cavilando y parecía murmurar algo pero no estaba muy claro lo que decía. Seguía observando la parte iluminada, estaba como indeciso, se mantenía siempre al borde de la luz y parecía que quería entrar en ella, pero no se atrevía, había algo allí que parecía producirle temor. Alrededor ya no se veía casi nada, todo estaba negro y para él lo único que importaba era esa luz. Se mantenía al margen sin poder pisarla, la angustia en su rostro cada vez era más marcada, sus pasos y su respiración se iban acelerando poco a poco, los murmullos eran cada vez más altos, sus manos empezaron a sobarse una a la otra, sus dedos se entrelazaban de manera inquieta, la mirada perdida.

Se trasladó a ese hermoso lago, sentado en un pequeño muelle viendo su reflejo en el agua, su reflejo se vio acompañado de esa brillante cabellera negra que se deslizaba entre sus dedos, esos delicados brazos que lo cobijaban. Ella, el amor de su vida. Los mejores momentos los pasaron en ese lago donde todas las mañanas nadaban desnudos, en esa cabaña donde todas las noches tomaban vino, conversaban y hacían el amor al lado de la chimenea. El amor de su vida, esa persona por la que daría todo, esa persona sin la cual no tiene sentido vivir.

Su cuerpo, ahora acostado en el piso, sus dedos acariciaban el borde de aquella luz blanca, se sentó y poco a poco con el cuerpo tembloroso se fue inclinando hacia adelante para ver dentro de la luz, observó aquel pavimento blanco que paulatinamente se convirtió en su reflejo y se quedó esperando a que viniera su amor a envolverlo entre sus brazos, pero la cabellera negra esta vez no vino en el reflejo sino que emergió del agua acompañada del desnudo cuerpo flotando y la cara sumergida. Una punzada en su corazón lo tiró de espalda alejándolo del círculo de luz, las lágrimas brotaban de sus ojos y un grito ahogado invadía su garganta.

Ya no podía aguantar más ese dolor, esa pérdida inmensurable que lo agobiaba diariamente. Hace ya 15 años que la vida dejó de tener sentido y la búsqueda fallida de la muerte dejaba ya rastros claros de cansancio. La muerte, esa muerte que parecía burlarse alejándose de él cuando intentaba alcanzarla. Esa muerte que además de burlarse le hacía creer que le estaba haciendo un favor ofreciéndole nuevas oportunidades. – ¡No quiero nuevas oportunidades!- gritó el hombre – ¡No las necesito, no las deseo! Mi vida ya no es vida, es un abismo total donde todo lo veo borroso, ya no escucho nada, solo zumbidos llenan mis oídos, solo sabor a tierra percibe mi gusto.

Así el hombre de ropas raídas y pelo canoso se levantó nuevamente en busca de la luz, fue caminando lentamente, al estar cerca se agachó, luego se acostó y empezó a arrastrarse hasta llegar el borde, se detuvo un instante, hizo ademán de observar nuevamente dentro de la luz, pero inmediatamente cerró los ojos, se siguió arrastrando, su cuerpo poco a poco era invadido por el agua, sentía como se sumergía y nadaba intentando llegar al fondo, al alcanzarlo consiguió algo de que asirse y se aferró a ello. Con los ojos cerrados y en ellos pintado el recuerdo de su amada finalmente sus pulmones se llenaron de agua y su corazón dejó de latir.

En un paisaje radiante e iluminado, una mujer de largo y hermoso cabello negro corría felizmente hacia el pozo de los sueños, ese pozo donde todos los días iba a observar a aquel hombre que en un lejano recuerdo formó una parte importante de su vida pero solo parecía un recuerdo difuso, ese hombre a quien ella veía a diario sin entender por qué sufría tanto, ese hombre a quien ella intentaba ayudar a cada momento ofreciéndole nuevas alternativas para llenar su vida pero que parecía no quererlas y rechazaba cualquier oportunidad que el camino le ofrecía. Cuando la mujer llegó al pozo y se asomó observó con tristeza al hombre con el viejo ropaje y el pelo canoso que yacía inmóvil acostado en un callejón bajo la luz de un faro.

Miguel

martes, 3 de agosto de 2010

Jardín

En este nuevo valle
donde recientemente arribo,
observo cada día las rosas y los claveles
florecer al son de un himno melodioso,
los girasoles y hierberas
embellecen cada día
aún cuando parece imposible
que se vuelvan más hermosos.

En este valle
donde ahora mi voz renace,
al igual que las flores
mi alma crece y embellece
alimentado por el calor
que tus ojos regalan
y con el agua
que de tus labios robo.

Mi corazón en constante emoción
vislumbra un jardín
que cada día cultivamos,
por cada sueño una flor,
por cada meta un árbol,
majestuosas montañas e
impetuosas cascadas
por cada obstáculo que logramos superar.

Que ese jardín
lleno de vibrantes energías
nos de la fuerza
para juntos navegar
el inmenso océano que nos rodea
y nos de la sabiduría
para conseguir siempre
el camino de regreso.

Que cada triunfo
llene de arcoíris nuestro valle,
nos permita seguir cultivando nuestro jardín
y lo sepamos convertir en nuestro paraíso.

¡Te Amo!

Miguel

lunes, 2 de agosto de 2010

Néstor

Aún ahora cuando nos esforzamos para no sucumbir ante el fantasma de la tristeza, intentando de manera poco certera aceptar la realidad.

Aún ahora te sentimos entre nosotros y cada día escuchamos tus palabras, tu risa y tu canto; sentimos tu caluroso abrazo y tu apoyo incondicional, porque así fuiste y así serás siempre.

Los que te conocimos y tuvimos la inmensa dicha de compartir contigo tendremos siempre la grata sensación de haber conocido en persona al afable, de disfrutar tu sencillez, tu calidad de trato, tu alegría, tus hermosos y contagiosos sentimientos.

Cada día que nos reunimos en tu honor revivimos hermosos momentos; vuelan a nuestro alrededor gratos recuerdos que exhalan nuestras mentes y todos esos recuerdos juntos forman tu esencia. Cada uno de nosotros guarda una parte de ti porque marcaste de manera muy fuerte nuestras vidas.

Fuiste El Tío, ese tío que compartía con nosotros las aventuras de infancia y de adolescencia, ese tío que no solo nos llevaba sino que formaba parte. A todos tus sobrinos nos levantaste por los tobillos, a los últimos quizá solo de los codos cuando ya el reloj empezaba a hacer de las suyas.

Contigo trepamos árboles, nos bañamos en ríos, montamos bicicleta, hicimos paradas de mano y mortales, jugamos metras, trompo, perinola y yoyo, jugamos chapitas, futbolito y pelotica ’e goma, nos diste a manejar el carro en edad temprana, bebimos y fumamos en una edad que no debíamos. Hablamos, reímos, lloramos, amanecimos, ¡VIVIMOS!

Quedando muy corto mencionando las experiencias de las que formaste parte en nuestras vidas y con la certeza de que sumando sentimientos individuales de cada sobrino tendríamos para hacer un libro, hoy quiero decirte ¡GRACIAS! No siendo un agradecimiento tardío pues en vida todo lo expresamos.

Estoy seguro que tu fuerza y tu alegría nos acompañarán durante nuestras vidas, tus recuerdos serán siempre motivos de felicidad y orgullo.

Bendición.

A ti Néstor, Tío y Hermano.
¡Te Quiero!

Miguel